Desde hace tres décadas la economía mexicana se encuentra en una trampa de lento crecimiento con alta desigualdad. Entre los determinantes analizados en este texto están el déficit de infraestructura, particularmente agudo en el sur del país; una reducida carga fiscal que limita la inversión en infraestructura y la mejora de los servicios públicos; un bajo nivel de intervención financiera y un tipo de cambio real crónicamente sobrevaluado que detiene la inversión privada, y los salarios reales bajos y estancados que frenan la expansión del mercado interno. Ante este diagnóstico, el autor aboga por una reorientación de las estrategias de desarrollo y la necesidad de políticas públicas que promuevan el crecimiento y simultáneamente reduzcan la desigualdad social.